The New Raemon: “Yo ya no escribo canciones de amor. No es que no me interese, pero por la edad o por el contexto en el que estoy, me interesa hacer canciones que me afectan a otro nivel, no siempre al sentimental: hablar más de lo que nos rodea”
Entrevistadores: César Velázquez y Celia García Sánchez
Fotos: Mariano Ríos
Pregunta: Bueno, sabes que ahora está muy de moda el indie, pero hace 20 años, cuando tú arrancaste, era algo que tampoco lo estaba mucho. Nos interesa saber qué era el indie hace 20 años.
Respuesta: Pues para mí el indie era Dinosaur Jr., Pavement, Sonic Youth… todo esto. Aunque yo no lo llamaba indie, lo llamaba música alternativa. Para mí, lo que ahora se entiende por indie no es música independiente. Casi todo es música que está bajo el paraguas de multinacionales. Este término es tan solo una etiqueta para englobar una cosa que, para mí, no tiene ninguna relación con el nombre que le están poniendo.
P: Cuando escuchaba A Propósito de Garfunkel hace unos años podía interpretar las letras de una cierta manera. Pero ahora, cuando lo vuelvo a escuchar, siento que redescubro el disco. Se dice que cuando una canción es honesta no pasa de moda.
R: Bueno, sí. Es que para mí eso es la lírica. Tiene que haber una verdad ahí en lo que tú cantes, porque si no, solo se trata de un ejercicio de estilo. Yo me dedico a escribir canciones, no me considero músico, soy autodidacta. Sé escribir canciones y eso es lo que he trabajado. Entonces, canciones… ¿qué son? Pues música con… con una lírica encima. Las canciones no dejan de ser una transformación de lo que era la poesía antiguamente. Antes no había ninguna forma de enlatar la música, de fijarla en un soporte. En una canción la letra es casi el ochenta por ciento. Una canción es buena si la letra es buena. ¿Qué es tocar bien o tocar mal? Eso tampoco tiene mucho sentido. Puedes tocar bien o puedes tocar mal, eso ya depende del criterio de cada uno. Pero para mí, lo más importante es la letra. Es lo que más trabajo me da.
P: ¿Es lo primero que haces?
R: No. Pero en ese disco, sí.
P: Ahora ya no. Ha cambiado… ¿el sistema?
R: Sí, ahora lo hago al final. Ahora me preocupo por hacer la música primero y luego canto al tuntún sobre unas pautas que tengo yo en libretas porque me gusta que la voz tampoco esté muy encorsetada desde el principio. A ver, que el sistema tradicional de escribir canciones es este que te digo: escribes una letra en un papel, se te ocurre la melodía y después coges una guitarra, un piano (o lo que quieras) y lo vas armando. Lo que pasa es que lo encorseta todo un poco, sobre todo a la hora de cantar. A mí me gusta cantar, interpretar con la voz y que cuando tú escuches lo que estoy cantando, tenga cierto sentido. No voy a estar cantando todo el disco de carrera, como hace alguna gente, porque así se pierde todo el sentido de la interpretación. Tiene que haber cierta dinámica y por eso utilizo este sistema desde hace, no sé, unos cuantos años. Y también me sirve un poco la escritura automática. Tampoco pienso en las melodías hasta el final. Una vez que tengo la música, me pongo a cantar encima. Siempre se te va a ocurrir algo distinto si no lo tienes prefabricado. Aunque a veces, pues sí que se me ocurre alguna melodía… Pero ya no acostumbro a hacerlo así.
P: Se nota un proceso de maduración a la hora de componer. Si tuvieras que pensar en algún suceso, algo que haya contribuido a esta maduración como artista, ¿qué podrías decirme?
R: Bueno, yo te diría que esto es un prueba-y-error continuo. Al final, tú piensa que el formato que nosotros utilizamos del disco es muy antiguo. Ya no tiene ningún sentido hacer un disco de diez canciones. Lo que pasa es que, como somos unos románticos, nos gusta hacer una colección de canciones. Me refiero a que también podríamos ir sacando singles, que también es otra opción que me parece muy interesante: tú te puedes dedicar a hacer cada seis meses dos canciones, pero trabajar muy bien esas canciones y que realmente sean dos canciones muy buenas. Porque el modelo este antiguo es muy guay, pero da mucho trabajo porque no todas las canciones que escribes casan bien juntas. A veces pueden casar siendo muy distintas, pero tiene que haber un nexo de unión, que es lo que más cuesta. Imagínate que estás escribiendo un disco, pues sobre esta base de disco, tendrás que hacer nueve o diez canciones o como mínimo quince. Así, conseguirás que ocho o diez canciones queden bien juntas, porque a veces no quedan bien juntas, y eso no significa que la canción no mole, lo que pasa es que no queda bien dentro del contexto por la lírica o por lo que sea. Cuando nosotros estamos haciendo los discos, hasta que no tengo cinco canciones, no empiezo a ver cómo va a ser. Necesito unas cinco piezas que pueda juntar. Lo que más cuesta es juntar esas primeras cinco piezas. A lo mejor, para poder juntar esas cinco piezas has hecho ocho, pero tienes una pata coja ahí, que dices: “¡Hostia!, no acabo de pillar hacia dónde me lleva esta interpretación”.
P: Respecto al último disco, Una canción de cuna entre tempestades, he leído que te has inspirado en poetas como Bachmann y Paul Celan. ¿Con qué poemas te quedas?
R: [risas] ¡Ah…! No sabría citarte el nombre de ninguno. Yo me leí las obras completas. No, pero yo me inspiré en esa lírica. Hay una lírica ahí que me interesa porque, claro, yo ya no escribo canciones de amor. No es que no me interese, pero por la edad o por el contexto en el que estoy, me interesa hacer canciones que me afectan a otro nivel, no siempre al sentimental: hablar más de lo que nos rodea. Estoy ahora mismo con la mirada en eso. Y esa poesía es un poco eso, pero en un contexto mucho más bestia, que es el holocausto. Es gente que ha pasado desgracias, tragedias y penurias, pero que es capaz de escribir un poema que está hablando del horror de una forma muy bella. Además, se puede interpretar de muchas maneras. Entonces, no sé… Es ese juego de intentar relatar un entorno que es el nuestro y que es la vida, vivir en el mundo y estar en el mundo y darle un sentido a quiénes somos o qué hacemos. Me interesa más eso que el tema de las relaciones de pareja. Me interesa otro tipo de amor, otro tipo de relaciones interpersonales.
P: Respecto a esto que dices, me gustaría preguntarte por “Gato de Troya”, una colaboración con Zahara y un tema manifiestamente antifascista. ¿Crees que un artista se tiene que comprometer políticamente?
R: Bueno, yo creo que todo es político, aunque tampoco soy un gran analista. Lo que pasa es que hay cosas que te apetece expresarlas. Y en este caso… Bueno, la canción es un encargo. Es Zahara la que quiere que yo le escriba una canción antifascista. Yo no tengo ninguna necesidad de escribirla porque yo ya me posiciono políticamente de otras maneras: yendo a votar, teniendo unos valores y criando a mis hijas y a mi hijo para que también los tengan. Eso sí, siempre respetando, porque no somos poseedores de la verdad absoluta. Hay una escala de grises. No todos son buenos, ni malos… En fin, aquí nos estamos ya yendo de madre. Pero bueno, esto es un encargo porque yo estuve en Granada (creo que en la feria del libro) y Zahara también estaba con su libro. Y nos encontramos ahí, en la comida que organizó Andrés, de Niños Mutantes. Y le digo: “¡Zahara, joder! ¿Qué haces aquí?”. Y hablando, pues le pregunté por el disco, porque estaba a punto de grabar Astronauta. Y me dijo: “¡Guay, guay! Pero me falta una canción”. Y le digo: “Ah, pues si quieres, te la escribo yo”. Así, como en broma [risas]. Y así fue el rollo. Y dice: “Pero hostia, pero es que no hay tiempo”. Y le dije: “Mira, tú dime de qué quieres que hable y yo te escribo una letra”.
P: ¿Y la temática concreta que ella te dijo?
R: [risas] No lo voy a decir…
P: En Una canción de cuna entre tempestades, me llama la atención “Cielos Estrellados”. ¿Sirve todo lo que enumeras para seguir adelante?
R: Esta canción habla de soltar las cosas, de no estar siempre fijado en el mismo sitio, de ser capaz de abandonar algunas otras. Parte de la idea de… A ver: si ahora desaparecemos todos de la tierra, por poner un ejemplo, ¿qué va a pasar? Nada. Esto sigue funcionando. La canción es un poco esta idea: cuando tú decides no tomarte tan en serio el sitio en el que estás, ni cómo son las cosas, porque eso nos hace muy infelices. Esta necesidad de… ¡de ser felices! Todos estos conceptos del amor Disney. Esto ha hecho mucho daño, porque la gente anda muy confundida con todas estas distracciones. Y la canción habla de eso, de ser tú mismo. Y si ahora no quiero irme aquí o seguir haciendo este trabajo, pues lo dejo y ya está. No va a pasar nada, mañana será otro día. Bueno, ese era un poco el juego.
P: En ese disco también hay temas como “Wittgenstein”. Entiendo que la inocencia es cada vez más atípica. ¿Hay que luchar contra el mal o resignarse, transitar y buscar la belleza en las cosas más sencillas?
R: Es que eso ya es una forma de luchar. Siempre ha habido y va a haber gente mala. Y eso tú no lo puedes controlar. Eso forma parte de la naturaleza de esta gente que es más destructiva, pero tú puedes luchar fijándote en estas cosas. Cuando tú te relacionas con un niño de dos años y medio, cuando comienzas a meterte en su realidad, porque hay una realidad que coexiste con la tuya, te sorprendes y piensas: “¡Mira este niño!” Todos los problemas y todo eso le da igual, porque no lo ve. Está viendo otras cosas que están pasando aquí también y en las que yo ya ni me fijo, porque he desaprendido a mirar de esta forma. Me parece interesante esa forma de mirar porque un adulto se pierde mucho. Oye, ¡a lo mejor mola más esta realidad que la otra!
P: Claro, la realidad de: “Esto ya lo conozco”.
R: Claro, eso es. La realidad de un paseo.
P: Cuando vi el título de la canción (“Wittgenstein”), pensé: “Hostia, tengo que indagar un poquito más”. Y leí que estabas con Los Cuadernos Azul y Marrón. Hablo de esa dificultad de comunicación con tu hijo. Obviamente, la pérdida de conciencia, de ingenuidad, va ligada a la mejora de la comunicación. Al final nuestro lenguaje mejora, pero perdemos ciertas cosas, ¿no? ¿Sabemos comunicarnos los adultos? ¿Son los conflictos del mundo moderno fruto de la ausencia de esta comunicación principalmente debido a la destrucción de la inocencia?
R: Pues posiblemente, porque eso lo que hace es deshumanizar. Ese es el gran problema de la sociedad y del mundo. Hablo del mundo del hombre, porque al final nosotros estamos aquí, en esta habitación. Todo esto es artificial, todo lo hemos creado nosotros. Hemos creado una estructura para tener cierta seguridad: para que no entre nadie a tu casa y arme la Marimorena. Necesitamos un orden, pero es un orden basado en un artificio. Entonces, siendo nosotros unos seres con otra naturaleza que nos han enseñado a domar… Eh, te crea un conflicto, porque estás como… Lo estás haciendo artificial. No sé si me estoy explicando muy bien.
P: Sí, sí. Te entiendo perfectamente.
R: Entonces, eso es tal como lo veo yo. Lo que habría que hacer es trabajar mucho, sobre todo a nivel social, a nivel educativo. La educación es muy importante y ahí estamos errando nosotros como ciudadanos y como individuos, por no darle una importancia y por no reclamar a la gente que gestiona los gobiernos que le den la prioridad que necesita, porque nos ahorraríamos muchos problemas. No te enseñan a cuestionar nada, en realidad.
P: ¿Crees que la música puede formar parte de esa labor?
R: ¡Claro! Por eso no ocupa tanto espacio en las aulas. La creatividad es una herramienta que hace que te des cuenta de que eres capaz de inventar cualquier cosa, ¿no? Igual que yo me invento mis canciones. Yo estoy feliz del oficio que tengo, porque realmente es algo que me invento yo. Si dejo de inventar, no trabajo. Entonces, es una cosa que me invento yo de la nada y es este poder que te digo, de creatividad, del arte, que es como hacer magia. No sabes muy bien de dónde viene todo esto. Entonces tú aprendes a hacer ciertas cosas y eres capaz de inventarte un disco, de escribir un libro, de diseñar zapatos o ropa. ¿Me entiendes? Yo creo que es muy importante, porque formaríamos a individuos que son capaces de crear.
P: Es como hacer magia…
R: ¡Sí! Es una forma de ver las cosas. La gente sería mucho más productiva, sería mucho más feliz. Porque los pintores, los actores, los dramaturgos, los cantantes tenemos un filtro que nos ayuda a hacer más liviana la experiencia de estar en el mundo. Tienes una herramienta para filtrar muchas cosas, mucha frustración y cosas que te afectan. Y con eso construyes algo, aunque sea una experiencia muy mala. Cuando te pasa algún infortunio, te pones a hacer algo para estar mejor. Tiene un punto de terapia, de aprendizaje y de prueba y error que me parece muy interesante. Y con los críos, cuando son tan pequeños, es cuando más potencial tienen. Y claro, todo está planteado de esta forma, para que no se hagan preguntas. ¿Por qué tiene que ser todo tan cuadriculado? Pues porque a la gente que controla el sistema, le interesa algo mucho más… ¿Cómo diría yo? Inofensivo. La gente ya no se cuestiona nada, apenas sale a la calle para quejarse, se permite que se modifiquen leyes para que tú ni si quiera te puedas manifestar. Estamos ya en un punto absurdo, de anular al individuo totalmente. Bueno, y al colectivo de la ciudadanía. Y eso es superpeligroso.
P: Sí, tu último disco es algo así. Con “Un Posible Final”, que es una canción muy apocalíptica, eres capaz de crear imágenes horribles, pero a la vez muy bellas.
R: Claro, claro. Bueno, porque al final… Joder. A ver si a alguien esta canción le puede abrir un poco la cabeza, en ese sentido, ¿no? [risas]. Es que no vamos a estar cantando siempre cosas superhappy-flower. A mí no me interesa eso. El otro día me hicieron una entrevista donde me comentaban lo de las canciones felices. Entonces yo contestaba: “Bueno, ¿qué es una canción feliz?”. A ver, tú puedes hacer una canción alegre, pero una canción feliz, feliz, a cosa hecha, tipo Happy, ‘cause I am happy, pues, ¡felicidades, tío! Yo no voy a aprender nada con ese mensaje tan pueril. Otra cosa es que esa canción la hubiera escrito un niño de ocho años, entonces me parecería maravillosa.
P: Porque es sincera.
R: Porque es de verdad. Entonces, en fin, a mí me interesa más que tengas en cuenta la línea de pensamiento de la persona que te está contando la historia y que puedas empatizar con su línea de pensamiento y aprendas tú también algo. Por eso hablamos tanto de estos poetas. La gente debería ver menos la tele y leer más. Así, descubriría más cosas. Porque al final, si tú te dedicas a ver lo que te están dando, (porque en la televisión tienes una oferta muy grande y luego tú decides lo que ves, pero te lo están dando) no tienes que esforzarte en formarte por ti mismo. Yo que sé, cuando tú quieras aprender por tu cuenta de literatura, de música, de historia o de lo que sea y te formes por ti mismo y vayas a la biblioteca y busques libros sobre un tema que a ti te interese, que sea porque te interesa aprender. Por ejemplo: “Pues quiero aprender los nombres de las plantas y de los árboles porque no tengo ni puta idea y me interesa”. Entonces descubres todo ese mundo. ¡Joder! Eso es superinteresante en realidad.
P: Pero que eso suceda es muy difícil en el mundo de hoy, ¿no?
R: ¡Sí! Esa es la cuestión. Salir un poco de lo material. Porque yo creo que estamos en un mundo muy materialista. Es la época más loca a este nivel. Y luego a nivel social, es también loquísimo, porque ahora todo es una especie de escaparate. Y eso provocará problemas a gente mucho más joven y a los niños. Por ejemplo, que quieran tener Instagram, es muy peligroso. Meterlos en un contexto tan agresivo…
P: Me gustaría que te remontaras a 2008, a los orígenes de The New Raemon. Ahí contaste con la compañía de Ricky Falkner, de Standstill. ¿De qué forma te influyó Ricky?
R: A ver, yo empecé con Madee, que es mi grupo de toda la vida. Mi formación musical fue, principalmente, esa. Nosotros estuvimos diez años en un local antes de sacar el primer disco. Ensayábamos todos los fines de semana, aprendíamos a tocar y a escribir. No fue hasta que llevábamos doce años tocando que nos atrevimos a grabar un disco que más o menos pudiéramos defender. A raíz de eso ya empezamos a publicar discos: publicamos cuatro, vimos lo que era irse de gira… Claro, todo esto sería del 2001 al 2007. Todo eso ya es una carrera, ¿no? Y grabar discos en estudios con productores con los que tú aprendes mucho, que te enseñan a hacerte mejor intérprete o a tener más seguridad a la hora de cantar, como con Santi García, es muy enriquecedor. Ricky fue muy importante para este proyecto, para The New Raemon. Este proyecto existe por Ricky. Ricky me forzó a hacerlo [risas]. Yo no hubiera hecho el primer disco si Ricky no me hubiera dado la brasa, en plan: “Venga, graba un disco en solitario, pero en castellano”.
P: La idea de hacerlo en castellano, ¿fue cosa suya?
R: Sí, fue cosa suya. Era la única condición [risas]. Entonces yo tuve que esforzarme mucho, porque claro, no era una cosa natural. Luego ya sí que le fui pillando el rollo y pensé: “¡Hostia, qué guay!”. Es mucho más natural escribir así, porque en este grupo [Madee], cantábamos en inglés. Aunque todavía existe. De hecho, la semana que viene sacamos una canción. En Madee sigo cantando en inglés, lo que pasa es que yo no escribo las letras. Tengo un amigo que es poeta en Seattle y me manda él los poemas.
P: En The New Raemon, tienes alguna canción en catalán.
R: Sí, pero la letra no es mía. Yo hice la banda sonora de una obra de teatro y las letras las escribió el dramaturgo. Lo que yo hice fue musicarla, inventarme la melodía y la música.
P: Bueno, pues eso es todo por nuestra parte. Muchísimas gracias por el tiempo y por el esfuerzo.
R: A vosotros, chicos.