Mañana me largo de aquí – Santini Rose

Reseña del libro Mañana me largo de aquí de Santini Rose, con entrevista al autor

 

“Los domingos por la tarde, Murcia se parece mucho a lo que le gustaría ser.”

Santini Rose es un joven escritor y periodista proveniente de un pueblo con encanto a las faldas de Sierra Espuña (Fuente Librilla). Y es en este pueblo donde tienen lugar algunos de los diez relatos que conforman Mañana me largo de aquí, su primer libro, que está publicado por la interesante editorial independiente La Marca Negra Ediciones.

Los relatos son breves por lo que es un libro perfecto para ir leyéndolo poco a poco, degustando cada página como una bolsa de fritos (los cuales adora el narrador). La primera historia: Vivo en el 86 sucede en Barcelona, a donde el personaje principal viaja para estudiar un máster en periodismo cultural. Allí se da de bruces con la realidad y descubre lo difícil que es dedicarse a lo que realmente desea uno. Así que los días en Barcelona se pasan entre litros, porros y colegas. La desintegración de la juventud que ya antecedecieron poetas como Allen Ginsberg.

“A esas horas, cuando los que riegan las calles ya no apartan la manguera para que pases, Barcelona me sigue intimidando. Es como si los barrenderos y los pakistaníes y yo fuéramos cucarachas que hemos sobrevivido a un holocausto nuclear.” (p.15)

La segunda historia breve: Es porque no son mis amigos, está situada en Fuente Librilla y es un relato costumbrista que parece una mezcla del mejor Berlanga con el realismo sucio de Fante y Bukowski. Partidos de Fútbol, el tío del pueblo que te dice lo que tienes que hacer, y las señoras mayores cruzando por la cuesta de la calle mayor como un espectro del Señor de los anillos.

El tercer relato: Esto es raro, tiene una de las mejores frases de todo el libro, una sentencia que bien podría haber expresado Platón o Nietzsche si hubieran vivido en la época de la globalización y la posverdad:

“Sin darse cuenta, todo le empezó a ir mal. Dicen que es propio de las vidas de inmigrantes en grandes ciudades: todo es precioso hasta que algo en cualquier esfera de tu vida se tuerce un milímetro. Entonces todo se va a tomar porculo delante de tus ojos.” (p.36)

Este fragmento retrata perfectamente el espíritu de esta obra: el inminente sentimiento de que todo va a ir mal cuando parece que está yendo bien. La mezcla de amor y el odio que se le tiene a ciertos lugares y estilos de vida de los que no se puede o no se quiere escapar. La desgana de una generación que no sabe qué hacer con su vida tras el obligado paso por la universidad.

La cuarta historia, Poca Cosa, es mi favorita de todo el libro. Narra las aventuras y desventuras de un joven amante de la literatura que logra cumplir su sueño: recomendar y vender libros en Fnac. Al principio, se siente realizado pensando que podrá recomendar a los jovencitos confusos las mejores novelas que ha leído en su vida; pero la realidad le devuelve el golpe en forma de señoras mayores comprando libros de youtubers para sus nietos y demás…

Los siguientes relatos mezclan a la perfección el costumbrismo del pueblo, el fútbol y la contradicción que se refleja en un entorno que se ama, pero del que se quiere escapar. También muestran que en esta vida es importante obtener un doctorado en “trata de gilipollas”, y que a veces lo mejor es huir hacia el norte sin mirar atrás.

Otro de los relatos que destacaría es No hay más que hablar, la historia del alumno de un taller de creación literaria que es acosado por su compañera gorda. Grandes dosis de humor sarcástico, toneladas de grima en un juanete, e incluso la certeza de que el techo de la casa se va a caer, tras beber una botella de Vodka Knebep:

“Encima del sofá había un poster de Trainspotting que pillé en Discos Tráfico, así que tenía a Frank Begbie enseñando el puño encima de la cabeza de la gorda. Fue gracioso, el tipo de imagen que los capullos de Filología considerarían llena de simbolismo o algo así”. (p.90)

Pues bien, ese capullo de Filología ha llegado para analizar el simbolismo presente en esta obra. Imágenes alegóricas de la ciudad como Paraíso y como Infierno. La bendición y la condena de no tener un trabajo serio ni de querer encontrarlo. La inutilidad de la educación universitaria. Incluso hay lugar para el amor platónico en la bonita historia ¡Oh, Alice!, donde el protagonista parece dispuesto a dejarlo todo atrás para ir a Francia en busca de su amor idílico. En definitiva, este libro es una oda a las contradicciones de la vida moderna. Un nuevo Baudelaire que recorre las calles de Murcia, Barcelona y Fuente Librilla en busca de una verdad que hace décadas que se convirtió en mentira.

 

 

Entrevista

1- ¿Crees que Murcia es un marco perfecto para la Literatura?

 

Creo que cualquier escenario es perfecto para la literatura. De momento, Murcia es el mío porque es la ciudad en la que vivo, la que conozco y en la que me han pasado la mayoría de cosas relevantes. Últimamente vengo pensando que lo bueno de Murcia es inherente a lo malo: si hubiera más curro, por ejemplo, el alquiler sería mucho más caro (que tampoco es que lo regalen, pero no son las cifras de por ahí) y no llevaríamos este ritmo de vida, que parece que los coches no te matan si te atropellan. Aunque siento bastante arraigo, no la reivindico más allá de eso, no soy nacionalista murciano. Lo que pasa es que me parece una fantochada ambientar historias en sitios de los que no podrías escribir sin el Google Earth. Harry Crews se fue a los veintitantos de Bacon, un pueblo de Georgia, pero decía que el pueblo nunca se fue de él. A mí eso también me pasa con mi pueblo, Fuente Librilla, pero no con Murcia capital.

 

2- ¿Lo que escribes en ficción te purga en parte de lo que escribes de periodismo?

 

Pues, más bien, te diría que al revés. En ambos casos se trata de contar una historia, pero en periodismo sabes que si sigues una ruta, las cosas salen bien. En dos o tres días puedes escribir un reportaje de lo que sea si eres rápido documentándote, las fuentes te responden y tienes claro lo que estás contando. Eso en literatura no pasa. O a mí no me pasa. Nada me asegura que ponerme cuatro horas delante del ordenador me vaya a dar un solo folio. Creo que con la literatura me explico lo que me pasa por dentro y, con el periodismo, lo que pasa afuera. Sin ánimo de sonar maldito, duele más meterte el dedo en tu propia llaga que en la del facha de turno. Es un rollo expresionismo-impresionismo. Aunque se mezclan, porque el periodismo que yo hago es bastante vivencial y la ficción que escribo está siempre enclavada en una coyuntura social concreta. Me gusta compaginarlas, uno me oxigena de la otra y viceversa.

 

 

3- ¿Podremos ver algo tuyo próximamente en librerías?

 

Ojalá. Llevo un poco más de la mitad de lo que quiero que sea una novela. Me está costando más de lo que pensaba, pero la terminaré. Luego solo falta que alguien quiera publicarla.

 

4- ¿Crees que cualquier pasado fue mejor? Tanto en lo literario como en lo musical como en lo cultural.

 

No. A pesar de que tengo cierta tendencia a la melancolía, intento huir de ese tipo de pensamientos. Esa gente que dice: «He nacido fuera de época, yo tendría que haber vivido en los 70…» Pues no, mira, si hubieras vivido en los 70, dirías que tendrías que haber vivido en los 50. Y así hasta el Australopithecus. Solo la perspectiva histórica convirtió a los 70 en los 70. Ante este tipo de cuestiones siempre me acuerdo de eso de Heráclito (que recuperó  Irvine Welsh para un puñado de generaciones enteras) de que tu carácter es tu destino. Por mucho que odies la postmodernidad y las redes sociales y Sálvame, tienes que aceptar que esa también es una forma de vivir en 2019. Luego miras a tus ídolos y te das cuenta de que también estuvieron a la contra en su época.

 

5- ¿Qué lees y qué escuchas últimamente? ¿Te ayuda a alcanzar la inspiración? ¿Hace falta esa inspiración?

 

Hace un tiempo me di cuenta de que lo que leo acaba filtrándose en lo que escribo, así que intento establecerme un plan de lectura para cuando tengo algo entre manos. Ahora mismo, por ejemplo, estoy intentando alternar novelas duras, escritas a machete, con autores cómicos. Para que te hagas una idea, la cosa puede ser algo así: Virginie Despentes – David Nobbs – Edward Bunker – Kingsley Amis.

 

Al escribir ficción, lo primero que sé de cada personaje es qué música escucha, porque eso te dice mucho de alguien. Luego, cuando ya me sale esa voz de forma natural, tiendo a escuchar lo mismo casi siempre: post-hardcore/emo primigenio, deep soul y folk. A lo largo de este proyecto -que veremos qué sale-, estoy escuchando mucho a The Van Pelt, Seam, Lync, Unwound, Karate, American Football, Vitreous Humor, Cap n’ Jazz, Rites of spring, 764 Hero, los dos o tres últimos de Fugazi, los cuatro recopilatorios de deep soul que Dave Godin hizo para Ace records, Jason Molina, Vic Chesnutt, Bill Callahan, Mark Kozelek (tanto Red House Painters como Sun Kil Moon) o John Fahey. Es música muy intensa emocionalmente, lo que hace que, de algún modo, tú te sientas también obligado a coger la espátula y empezar a rascar.

 

La música y los libros son una inspiración y un libro de instrucciones. Cuando tienes claro qué quieres contar, tu voz y tu ritmo, tratas de acudir a los maestros en eso y desentrañar los engranajes que hacen que ese libro o ese disco o esa película te hagan llorar o brincar como un poseso.

 

 

6- ¿Qué te parece que lo que más venda en literatura sean los youtubers y Jorge Javier Vázquez?

 

No pienso demasiado en ello, la verdad. Por una parte, que cada uno lea lo que quiera, por supuesto. Por otra, es inevitable querer que tus autores favoritos sean más conocidos. Al final, cualquiera que publica algo, quiere ser leído, visto o escuchado. El que diga lo contrario, miente más que habla. Luego ves que John Fante, Brautigan, Harry Crews o Don Carpenter murieron como murieron y, bueno, entiendes que tampoco es una cosa de ahora. De todas formas, tampoco creo que nadie que se haya sentado a escribir con el propósito original de vender millones de libros haya escrito jamás algo que no sea un gran y esponjoso zurullo.

 

7-Y la última, ¿el mundo se va a la mierda? ¿O solo es otro periodo mediocre de la historia? 

 

Sin querer sonar a hippy trasnochado, el mundo, como organismo vivo, se va yendo a la mierda desde el mismo momento en que surgió. No creo que esta sea una época particularmente más mediocre que cualquier otra. El otro día, un colega me dijo que lo que pasa es que ahora todo queda registrado, pero anda que no tenía que haber Belenes Esteban y Abascales y Valtonycs en el Renacimiento. Tiene razón. Vivimos un momento oscuro políticamente, y, en cuanto al futuro, el perro tiene mala cama. No sé qué va a ser de nosotros. Ahora mismo, yo veo igual de probable ganar algún día más de mil euros mensuales que ganar el Balón de Oro. Viene por ahí una crisis energética de la que nadie habla y que, por lo visto, va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos. En el marco del capitalismo salvaje en el que vivimos, que cambie el mundo tal y como lo conocemos, ya sabemos lo que significa: los ricos serán más ricos y los pobres, más pobres.  No soy un analista político, pero creo que la única forma de cambiar las cosas es empezar desde abajo. Me refiero al municipalismo: transformar tu ámbito de influencia más próximo. Así que no hay que llorar demasiado: la cosa está jodida, debemos ser conscientes, pero siempre se pudieron hacer cosas.

 

Le damos las gracias desde el equipo de Multure y esperamos poder leer algo nuevo suyo muy pronto.

 

Redacción: Juan Antonio F. López

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