LOS ENEMIGOS: “Hemos representado a la gente que no se sentía representada por nadie. Eso es lo que caracteriza al seguidor de Los Enemigos. No siempre coincide pero si en algo coincide es en eso. ¡Representamos a los irrepresentables! ¡Tócate los huevos!”
Entrevistadores:
Juan Navarro Andúgar y Miguel Ángel Sánchez Romero
Los Enemigos, desde que abrieran el telón en 1986 con Ferpectamente, han ido acumulando éxitos discretos aunque constantes. Forjados a martillo y porrón en los márgenes de la industria, en el extrarradio de la Movida, en los canales residuales de la cultura dominante, a mediados de la década de los noventa consiguieron resquebrajar el muro que los separaba del gran público y filtrar, por entre sus grietas, la voz fragosa y arrabalera de Josele Santiago. Lo hicieron, quizás, con la convicción suficiente que requiere ese salto, pero también con la sinceridad necesaria para saber cuándo parar. Así, tras un relativo éxito comercial como el de Nada (1999), Los Enemigos decidieron poner un punto y final a su carrera que luego sería aparte, no sin antes despedirse con los geniales directos Obras escocidas y Obras escondidas (2001 y 2002, respectivamente). En 2012 Decidieron volver por la pasta, por qué si no, en una gira en la que la nostalgia fue abriendo paso a la evidencia de que estaban más vivos que nunca. Y tanto fue así que las buenas sensaciones cristalizaron en un nuevo disco, Vida inteligente (2014), cuya gira se prolonga intermitentemente hasta el 2018. El Juan y el Maiquel, enviado expresamente desde Liverpool, aceptan la invitación de Multure y aprovechan la parada enemiga en la sala REM de Murcia (con entradas agotadas) para hablar con el Josele y el Fino de lo humano y lo divino, de la vida y milagros de un grupo fundamental para entender la música urbana española en los noventa, aunque para ello sea necesario, si hace falta, agachar el lomo, escarbar entre la mala hierba que nace en las cunetas de las vías principales y mancharse las manos de cieno. Nosotros encantados. [Crónica del concierto aquí].
Pregunta: Como seguidores en la veintena tardía, solo hemos podido veros en directo con vuestros proyectos personales. Queríamos saber qué diferencia hay entre el público que acude a veros en solitario y el que nos encontraremos esta noche con Los Enemigos. ¿Hay mucha diferencia?
Josele: Hay de todo. En lo de Fino a lo mejor hay más diferencia que en lo mío, en lo mío no hay tanta. A mí me vienen a ver más chicas guapas. Es verdad. [Risas]
P: ¿Es más campo de nabos un concierto de Fino?
J: No, lo que es un campo de nabos es un concierto de Los Enemigos. Eso sí que es un campo de nabos.
P: ¿Tanto como en uno de Porretas [en referencia al otro grupo de Manolo, guitarrista]?
J: No tanto. [Risas] Pero yo nunca he ido a ver a Porretas estando Manolo. Hace por lo menos diez años. A lo mejor ha cambiado la cosa, pero aquello era un campo de nabos, sí.
P: ¿Viste a Leño en su momento?
J: Sí, sí, el primer concierto que vi en mi vida fue de Leño. El primero bueno, claro, quitando los del instituto y esas cosas. Eran los Leño en un colegio mayor en Madrid. En Argüelles, creo que era.
P: ¿Principios de los ochenta?
J: Por ahí debía de ser, sí. Yo era muy chiquitillo, tendría trece o catorce años.
P: Hemos pensado en dividir la entrevista a través de canciones de Los Enemigos, tomándonos la licencia de dividir vuestra carrera en cuatro etapas distintas y seleccionando un tema característico de cada una de ellas.
J: Muy bien. Hay que organizarse de alguna manera. [Risas]
P: La primera etapa de Los Enemigos se caracteriza por ser la más macarra y cachonda, y de ella hemos elegido Florinda. ¿Crees que una canción como esta sería posible hoy en día, cuando parece que vivimos bajo la dictadura de lo políticamente correcto? El verso “Pobre Florinda, qué gorda que está”, ¿provocaría un incendio en Twitter?
[Entra Fino al backstage]J: ¡Se admiten jugadores, se admiten jugadores! Que te sientes, vaya. [Risas] Pues a lo mejor no sería posible, no. No lo había pensado.
P: ¿Nunca lo habías pensado?
J: Nunca se me había ocurrido con Florinda, no sé. Pero es posible que saliera un colectivo indignado por llamarla gorda.
P: ¿Se te había ocurrido que pudiera pasar con alguna otra de tus canciones? Habíamos pensado, por ejemplo, en Septiembre, que coquetea con el humor negro. Aunque quizás este caso no es tan obvio…
J: Claro, eso te iba a decir. Son letras que tampoco son muy obvias. No es como lo de: “eh, vamos a freír un Cristo” ni nada de eso, ¿sabes? Entonces a lo mejor pasa la criba, sin saber ni de qué va. Pero ahora que lo dices, sí. Fíjate, Florinda es una canción que está hecha con todo el cariño del mundo a la señora de la limpieza de mi escalera. Podría ser que resultara ofensiva para alguien. Se podría llegar a ese punto, ¿no?
F: Se podría llegar, pero se nota que está hecha con cariño.
J: Es que está la cosa muy mal. La gente tiene muchas ganas de quejarse e indignarse por lo que sea. Ahora no le puedes decir guapa a una morena por la calle que vas a la cárcel, tío.
F: Es que hay muchas cosas que están muy asumidas por la educación que hemos tenido. Lo que ahora se conoce como micromachismos, por ejemplo. Pero yo creo que a veces se exagera demasiado, ¿sabes? Creo que somos bastante abiertos de mente y no creo que seamos gente a la que se pueda llamar machista.
J: Sí, pero están condenando a gente por sonarse los mocos con una bandera.
F: Sí, sí, totalmente. Esto se está convirtiendo ahora mismo en algo bastante oscuro.
P: Yo nunca he visto a Los Enemigos como un grupo que haya intentado forzar lo políticamente correcto. No es como lo que dice Josele de Javier Krahe, que asó un Jesucristo.
F: Bueno, pero es que incluso eso es una forma de arte. Es una forma irónica de contar cosas de la vida, de cuestionar cosas que nos han inculcado por medio de la educación que hemos tenido, cristiana o la que sea. Entonces, hay una serie de valores que se pueden cuestionar. ¿Qué pasa, que lo que se ha aprendido de pequeño va a ser para toda la vida? Yo creo que hay que seguir avanzando en muchos derechos sociales. ¿Quién se iba a imaginar que iba a haber matrimonios gais? Hace sesenta o setenta años los encarcelaban. Y ahora creo que hay una involución bastante considerable.
P: Es un movimiento pendular. Se pasa de la censura a la autocensura, casi.
J: Sí, sí, efectivamente. No se puede ni hacer chistes.
P: La siguiente canción que hemos elegido es La cuenta atrás, y la hemos asociado con el concepto de generación, porque creemos que es una canción con la que el veinteañero podía, y puede, sentirse identificado. De hecho, creo que tenías veinticinco años cuando la escribiste, Josele. Siento habértelo recordado…
J: Hostia… [Risas] Han cambiado mucho las cosas. Esa canción está escrita en una época en la que tu primer trabajo era para toda la vida. Y eso ahora mismo no tiene mucho sentido, porque seguro que no te va a durar ni dos meses. Entonces el mundo era muy distinto. Sin embargo, no deja de ser una alegoría a la iniciación a la vida adulta, digamos. Por eso perdura y sigue siendo actual: no hay referencia a ninguna época concreta ni a ninguna situación social. Pero claro, está escrita con ese matiz. Ahora mismo no encajaría, como es normal, después de veintitantos años el mundo tiene que cambiar. O como decían los Estopa: la cuenta atrás es el día en el que dejas de ser una persona para convertirte en un español. O sea, el día en que empiezas a trabajar. [Risas]
P: Creo que Galdós decía que el que es español es porque no puede ser otra cosa. Y lo decía él, que era canario…
J: Efectivamente. [Risas]
P: La cuenta atrás es quizás la más generacional en el repertorio de Los Enemigos, pero está enmarcada en un contexto que los historiadores suelen definir como hedonista, apolítico y sin conciencia social. Nos referimos, por ejemplo, a la primera generación indie de España. Teniendo esto en cuenta, ¿han sido Los Enemigos un grupo generacional?
F: Hombre, estábamos en la misma generación, pero quizás no en una misma escena. Porque cuando salieron Los Enemigos a mediados de los ochenta también había una pequeña escena, pero era muy variada.
J: Es muy curioso, porque hemos representado a la gente que no se sentía representada por nadie, si es que hemos representado a alguien alguna vez. Pero es verdad, lo que juntaba a la gente que escuchaba a Los Enemigos era que no estaba adscrita a ningún movimiento: no eran ni punkis ni rockers ni mods; era gente a la que le gustaba la música, y punto. Y se negaba a aborregarse de esa manera. Eso es lo que caracteriza al seguidor de Los Enemigos. Son muchos años y más o menos hay un perfil. No siempre coincide pero, si en algo coincide, es en eso. ¡Representamos a los irrepresentables! ¡Tócate los huevos! [Risas]
P: Como en la Generción X: gente que no se sentía representada por nadie.
J: Claro.
P: Recuerdo haber leído un libro que se llama Matando dinosaurios con tirachinas. Relata la historia de un joven que podría ser el protagonista de La cuenta atrás. De hecho, en un pasaje determinado se menciona la canción. Ahí obviamente hay una intencionalidad. El autor sí os identificó como un grupo generacional.
J: Anda, qué gracia. A mí me parece que tiene sentido. De todas formas, mola mucho no sentirse representado por nadie. Yo estoy orgulloso de eso, ¿sabes? No me siento representado por nadie, y eso me mola.
F: Es que es jodido, ¿eh? [Risas] Cuando alguien te representa a menudo te sientes defraudado.
P: Creo que el potencial de Los Enemigos de marcar una generación fue siempre mayor de lo que realmente fue. Pero claro, a lo mejor es eso: que representasteis a los irrepresentables.
J: Yo creo que era la única manera, porque tampoco era nuestra intención. Nosotros lo único que queríamos era hacer canciones chulas, y tampoco se nos pasó nunca por la cabeza representar nada generacional. Ni aunque hubieran ayudado las circunstancias, que no ayudaban, en caso de que nos hubiera interesado hacerlo. Más que nada porque nos pilló a caballo entre finales de una era, digamos, que era la Movida, y lo de los indies, que tampoco íbamos a cogerlo. Estábamos en medio, en tierra de nadie. En su día suponía una dificultad a la hora de conseguir trabajo, nada más, pero con el tiempo, fíjate, ha jugado a nuestro favor porque ahora nuestro repertorio no está asociado a nada de aquello, con lo cual sigue vigente de alguna manera. Un chaval de diecinueve o veinte años ahora lee una letra o escucha una canción nuestra y la puede sentir, porque son cosas que le pueden pasar a cualquiera en la vida.
F: Hay muchísimas canciones que pueden valer para cualquier época.
P: Pienso en obras icónicas de la época como Historias del Kronen y me llama la atención que el tema principal de la banda sonora sea de un grupo español cantando en inglés.
F: Ya, bueno, lo que pasa con Historias del Kronen es que no representa una realidad de ese momento. Puede ser una especie de fotografía, una visión concreta. Es que es muy difícil con una película. He visto muy pocas películas que puedan proyectar una realidad muy concreta. Es difícil incluso en una fotografía. En una música, por ejemplo, es distinto.
J: Aparte, en Historias del Kronen se representa una realidad que nosotros no vivíamos. Se trataba de una clase social que no es la nuestra.
P: Quizás los personajes eran demasiado pijos para que les gustasen Los Enemigos.
J: Claro, yo tuve que preguntar: “¿quién es la fili?”. Y me respondían: “la filipina, la que viene a limpiar”. Ah, ¿que viene una filipina a limpiar? ¡No me jodas! Pues irá a tu casa, porque en la mía o limpio yo o no limpia nadie. O sea, que no limpia nadie. [Risas] E Historias del Kronen a mí me decepcionó muchísimo. Oí hablar mucho de ella, la leí y pensé que era una mierda. Y luego, cuando vi la peli, peor todavía. Y aparte, era un plagio de una novela que se llama Menos que cero de Bret Easton Ellis, que es clavada, coño. Se le dio mucha importancia a aquello y no la tuvo.
F: Aparte, yo creo que no representa esa realidad.
J: Igual en Las Rozas sí.
F: Exactamente. Representa la vida en una zona residencial, de clase alta.
P: ¿Habéis tenido la suerte de ver alguna película española en la que os vierais representados con veinte años en Madrid?
J: Todas aquellas de El Vaquilla, del cine quinqui. [Risas] A mí me recordaba más a los mayores de mi barrio. Yo decía: “¡coño, cómo se parece este a fulano!”. No sé, por ejemplo, Deprisa, deprisa, que es la cumbre de ese género, es una maravilla. Y ahí quizás sí.
P: Entonces, erais jóvenes posquinquis, ¿no? [Risas]
J: ¡Posquinquis y prepunkis! [Risas]
F: Yo, de hecho, cuando le quitaba el coche a mi padre, un 124, me iba con mi colega y mi pelo largo a hacer trompos. Era lo que habíamos visto. Era más una imitación de esas películas. No éramos tan quinquis. [Risas]
J: Y yo ahora vivo muy cerca de donde vivía El Vaquilla, que vivía en Torre Baró.
P: Y no tiene placa, ¿verdad?
J: No tiene ni placa ni plaza ni nada. Una estatua tendría que tener, coño.
P: Los Enemigos obtuvisteis mayor notoriedad en una época en la que los grupos españoles empezaban a cantar en inglés, argumentando que escuchaban únicamente música en ese idioma. Sin embargo, vuestros referentes musicales son también anglosajones y hacéis música en un castellano absolutamente castizo. ¿Qué ha pasado con vosotros?
F: Bueno, yo también he hecho alguna cosilla en inglés, aunque fue una cosa puntual, porque estaba viviendo en Estados Unidos.
P: Con Clovis, ¿no?
F: Sí, con Clovis. Al principio lo primero que hicimos fue en inglés. Un single y parte de un disco, pero no tiene nada que ver.
P: ¿Qué opináis del argumento: “yo he mamado el inglés, por tanto siento mi música en inglés”?
J: Hombre, musicalmente lo lógico es que me saliera rock and roll en inglés. Pero creo que está lo suficientemente universalizado como para que sea la música vehicular de cualquiera, de cualquier joven, como cuando empezamos nosotros. Pero a la hora de componer yo quería hacer canciones chulas que reflejaran lo que yo sentía, y yo en inglés no soy capaz de reflejar nada porque me apaño malamente.
P: ¿Simplemente por incapacidad, entonces?
J: No, incapacidad y porque, como te digo, está lo suficientemente universalizado como para poder adaptarse al castellano y a lo que sea. Incluso el country, fíjate en Los Deltonos. Y en mi barrio se habla en castellano y yo distingo mucho lo que es el discurso de lo que quiero contar de lo que quiero tocar. Y me gusta que suene así, a rock and roll, me gusta ese sonido porque es lo que he mamado de chiquitillo, y es lo que mamamos todos de la televisión. Nosotros hemos crecido con westerns, series americanas y todo eso. Y eso pasa a todos los niveles. Y luego, pues si quieres cantar en inglés, pues bueno. Pero yo, tío, qué quieres que te diga: soy más de barrio. Si me pongo a cantar en inglés en mi barrio me mandan a tomar por culo. Me dirían: “qué estás diciendo, tío”. [Risas]
F: Lo que pasa es que hubo una fiebre a principios de los noventa con toda la influencia norteamericana e inglesa del indie que se contagió muy deprisa. Casi todos los grupos que salían cantaban en inglés. Pero realmente de eso ha quedado poco.
J: Pero hay una tradición importante del castellano, además, que nació en Argentina y que creció en Madrid y Barcelona. Y es una lástima tirarla por la borda y no aprovecharla porque está ahí. Y yo creo que es falso que es más difícil escribir en castellano que en inglés.
P: A veces tiene que ver con la vergüenza y la autoexposición. El inglés como muro.
J: A mí es un tema que ha dejado de preocuparme. El tema del inglés viene periódicamente. Cuando empezamos también estaban con la pollada del inglés y los indies. Antes de los indies, cuando empezamos, estaban los Sex Museum y no sé quién más, que también defendían el inglés. A mí el debate me parece una chorrada: que cada uno cante en el idioma que le dé la gana. Yo, desde luego, voy a escribir en castellano.
P: A mí, personalmente, me cuesta creerme a los grupos españoles que cantan en inglés.
J: A mí de primeras tampoco me suele entrar, pero bueno.
F: Yo no suelo ser tan radical. A mí me emociona música que no entiendo por la lengua y me parece muy válido. La música está para eso. Hombre, si te cuenta más cosas es más interesante.
J: A mí me llega mucho más en castellano que en inglés.
F: De hecho, hay muchas cosas en inglés que me emocionan y al leer la letra me han decepcionado porque al final no era lo que me estaban contando.
J: Claro, te montas tu película y crees que es la hostia. Y luego resulta que es una gilipollez que flipas.
F: Pero sí es verdad que con el lenguaje que hemos aprendido tienes más recursos para poder expresar lo que quieras.
J: Además, la mayoría de grupos que empiezan cantando en inglés al tercer disco lo están haciendo en castellano. Por algo tiene que ser.
P: El hecho de que recurras a un castellano particularmente castizo, Josele, ¿se puede entender como una toma de partido con respecto a una tradición? Pienso en Leño o Burning, grupos que lo han hecho antes que vosotros.
J: Bueno, sale así. Yo tengo una imagen muy clara. Por lo menos, yo veo a un chiquitillo de Madrid tocando con una guitarra española Los Chunguitos y a la siguiente tocando Deep Purple. Yo era un poco lo mismo, esa imagen es muy clara. Entonces, lo lógico es que tengas un acento de música popular, de música de barrio. Y luego está la influencia del flamenco, que utiliza este tipo de lenguaje. Le da mucha fuerza, la fuerza de la tradición popular, y a mí me gusta mucho eso. Yo cojo cosas del flamenco, y lo cojo descaradamente. Me gusta porque me pone.
P: En vuestra siguiente etapa, que identificamos con la salida del Gas y el Nada, nos llama la atención la diversidad de sonidos. En Me sobra carnaval observamos cierta estructura grunge; sin embargo, en An-tonio o Na de na hay unas sonoridades distintas, desde flamencas hasta incluso latinoamericanas. ¿Qué música escuchabais por entonces?
F: Escuchábamos música muy variada. Ya estaba superada la época más punk, en la que nos dio por Hüsker Dü y todo esto, pero yo creo que eso fue más en la época del Gas o por ahí. En Nada yo creo que era distinto.
J: En verdad siempre hemos escuchado de todo, no hemos tenido muchas manías. Los Enemigos, dentro de ser un grupo de rock en castellano, que es lo que básicamente nos podría definir, probablemente seamos el grupo más abierto estilísticamente de todos los grupos del rock en castellano. Antes del Nada también había de vez en cuando un número casi cabaretero; en el Gas salía de repente un blues rural, de repente salía algo un poquito más funky… Éramos bastante abiertos, creo.
P: La cuenta atrás, sin ir más lejos, es un ejemplo.
J: Sí, hemos sido siempre bastante abiertos. Dentro de lo que es el rock en castellano, claro.
F: Hay algunas canciones que tienen algo más pop, pero hay también temas más punkis, como Hienas o El lado sano de mi cabeza.
J: Blues también, incluso. Ha habido de todo.
F: Sí, en el Gas había un blues. El blues siempre ha estado en la raíz de Los Enemigos.
J: Claro, Qué bien me lo paso está en el segundo disco, y Tengo una casa, en el primero. Éramos bastante desprejuiciados. Quizás por eso a la gente le costaba conectar o identificarse con nosotros. Y sobre todo a los promotores, que pensarían: “¿dónde coño metemos a estos?”. En un festival de rock urbano no encajábamos del todo, en uno de pop tampoco, en otro de punk tampoco…
P: Desde luego no erais Extremoduro.
F: No, ni indies tampoco. Estábamos ahí un poco descolgados.
J: Y por aquella época nos vino regular pero, fíjate, ahora nos ha venido muy bien. Ahora mismo la gente está de puta madre. A mí me encanta la generación esta porque yo no conozco a nadie que escuche un único tipo de música. Y antes yo conocía a mucha gente que escuchaba un solo tipo de música, lo cual me parece muy lamentable. Pero ahora chavales de veintitantos o treinta años escuchan de todo: escuchan trap, escuchan rock, escuchan flamenco…
F: Sí, pero yo tengo ahí mis dudas. Tampoco estoy muy al día de todo. Está muy bien el comentario que hace Josele porque hay mucha variedad, hay mucho acceso a música, pero creo que el tema del trap y del reggaetón está llegando muy masivamente a gente joven. A mí me parece muy bien, pero creo que en vez de poder escuchar a los Clash o a los Ramones, que están ahí también, pues están escuchando otro tipo de música. No sé por qué, quizás es porque quieren estar más cerca del sexo o algo así. [Risas]
P: Supongo que también hubo gente que no os escuchó nunca y escuchaba Camela.
F: Hay estudios actuales sobre Spotify que dicen que, de entre treinta, veintinueve de las canciones escuchadas por adolescentes son reggaetón y una de Taylor Swift. Ahí pasa algo. No hay una de los REM, no hay una de los Ramones, ¿sabes?
P: Íbamos a relacionar este tema, curiosamente, con vuestro tema Vida inteligente, que no habla necesariamente de Internet, pero el título nos lo sugiere. ¿Qué opináis de las redes sociales? Imagino que un grupo de vuestra trayectoria no ha necesitado promocionarse demasiado a sí mismo en Facebook, por ejemplo.
F: Bueno, ahora mismo nosotros utilizamos las redes como todo el mundo.
J: Sí, ahora sí.
P: Pero no nacisteis en una época en la que hubiera necesidad de hacerlo.
J: No, nosotros nacimos en los bares, tocando y yendo para arriba y para abajo en la furgoneta, cosa que ahora mismo es imposible. Si tienes que pagar por tocar en un bar, dímelo tú. En ese sentido, no es que lo tuviéramos fácil, pero sí lo teníamos gratis. [Risas]
F: Teníamos que volver al año siguiente a los clubs para seguir tocando. Nosotros nos desarrollamos musical y artísticamente año tras año y encontrando un nuevo público al que le gustara nuestras canciones. Fue un trabajo más artesanal, quizás. ¿Cómo se hacía? Pues como se hacía en aquella época, y ya está. Ahora es otro momento, y hay grupos que directamente graban en casa una canción que se hace superconocida y a los dos meses están tocando en un festival delante de veinte mil personas.
J: Ahora ha entrado el algoritmo en el ritmo. [Risas]
P: A eso nos referimos. Ahora grabas una canción y la lanzas a un mar de canciones. En cierto modo, las discográficas funcionaban como embudo. Ahora puedo escuchar lo que quiera y no tengo por qué llegar a lo mejor.
F: Es que hay mucho poder de influencia. Aunque parezca que hay mucha libertad, que la hay, hay mucho poder de influencia sobre la gente. Es decir, antes la influencia que podíamos tener era cuando Josele o algún otro colega me decía: “Fino, tío, escúchate este disco porque es la hostia”. O en un bar hablando con no sé quién oías una canción. Ahora tú puedes tener mucha libertad a la hora de escuchar y elegir, pero realmente ahora hay muchos poderes de influencia en muchos medios que contagian o manipulan a muchos sectores. Antes había unos medios de comunicación especializados que hacían cierta criba interesante. Y ahora mismo, aunque la siga habiendo, el tema está muy diluido. No quiero ir de abuelo cebolleta diciendo que lo de antes era mejor, pero sí es verdad que la gente se traga lo que le echen. Antes nos quejábamos de los 40 Principales y ahora…
J: Claro, es que antes también estaba dirigido. Antes, para no seguir la corriente principal también tenías que currártelo. Ahora, claro, la gente dice: “es que Internet me lleva a tal sitio o al otro”. Y a mí antes me llevaba la televisión y me quería llevar por ahí, y yo no quería porque no me daba la puta gana y yo me iba a la calle. Entonces, también nos intentaron llevar. Yo esto lo tengo hablado con muchos chavales jóvenes que dicen: “no, es que a nosotros nos dirigen”. Y yo digo: “coño, y ¿qué te crees, que a mí no me dirigían? ¿Que yo ponía la tele y me salían los Ramones? Pues no, me salía Manolo Escobar”. Me iba a la calle y me buscaba la vida para encontrar lo que yo quería comprarme. Y los discos que yo quería comprarme no eran los que anunciaban en la tele tampoco. Me iba a tal tienda y preguntaba: “oye, ¿y esta canción de quién es?”, y ahí ponía Chuck Berry. Y decía: “¿este tío quién es?”. Y me decían: “pues mira, tengo aquí este disco”, y yo pensaba: “joder, la hostia, cómo mola”. No sé, también tienes que poner de tu parte. Lo que sí reconozco es que la forma en que reconducen al personal es mucho más sofisticada que entonces. Pero la tele estaba también, y la cultura oficial… Encendías la radio y te salían unas mierdas que flipabas. Tenías que buscarte tus emisoras, que eran difíciles de pillar porque la onda era más chunga, pero al final las encontrabas. En la calle encontraba las cosas. A mí me jode mucho que me vengan diciendo que me lo han dado todo masticado porque no es así. Es que me han venido diciéndomelo. Y no, chico, estás muy equivocado.
P: Es cierto que Internet abre mucho las puertas y multiplica las posibilidades de promoción. ¿Creéis que por el contrario otros elementos como la originalidad o la relevancia acaban menguando?
F: Es que date cuenta. Hace quince o veinte años salían siete discos a la semana; ahora salen doscientos. Hay una avalancha de información que es muy difícil a veces digerir. Me lo decía hace poco un periodista: “mira, tío, esta semana tengo captados cien discos y solo puedo poner en la radio quince o veinte, que es lo que he seleccionado de los que me han llegado”. O sea, que hay tal avalancha de información que es muy difícil a veces poder seleccionar o tener una complicidad con ciertas músicas que sean las que a ti te atraen. Entonces, creo que estamos muy condicionados por el poder de las grandes multinacionales aunque ahora no sean las de siempre, que las son. Porque Spotify y todo eso, ¿qué te crees que son? Estamos todos, pero ahí quien parte el bacalao realmente son las grandes. Y yo ahí tengo mis dudas porque hubo un momento, hace veinte años, en que incluso los 40 ponían a los REM, los Ramones, incluso Sepultura, otra vez entramos nosotros… A todos no los puedes poner, pero si un día pones ese tipo de radio pues está bien. Pero la música que ponen ahora…
P: ¿Nunca salisteis en los 40?
J: Sí, sí, hombre.
F: ¡Una vez!
P: ¿Con La cuenta atrás?
F: Con La cuenta atrás me parece que fue, sí.
P: Creo que el vídeo que hay subido a Youtube de ¿Por qué yo? sale con el logo de los 40. [Aclaración: es de Sol Música]
F: Ah, bueno, pero eso es independiente porque eso salía con una compañía de discos y la compañía, con un vídeo, lo mueve por las teles. Lo mismo se lo pasa a Televisión Española que se lo pasa a Sol Música, las que había en aquella época, o MTV, y después cada una elige.
P: Quizás la diferencia es que antes era más difícil nacer como grupo y ahora todo el mundo puede hacerlo grabándose en casa con una tarjeta de sonido.
J: Claro, ahora lo difícil es mantenerse. Ahora es más fácil que antes sacar tu primer disco, pero es mucho más difícil sacar el sexto, por no decir imposible.
P: Siempre hay dificultades…
F: Sí, sí, pero en realidad estamos acostumbrados a eso. [Risas]
P: ¿Creéis que podríais permitiros no usar Facebook para promocionaros ahora mismo como Los Enemigos, que existíais veinte años antes de las redes sociales? ¿Funcionaríais igual?
J: A lo mejor, pero ya que está ahí… Igual, igual no funcionaría. Ahora mismo no creo. Si me hablas de otra gente… No hay que irse a los Rolling Stones. Loquillo, por ejemplo, que tiene seguidores muy, muy, muy fieles, o Rosendo… No sé, la verdad.
F: Lo mismo, quizás. No lo sabemos, porque realmente el público de Los Enemigos ha crecido con nosotros y es gente que se implicó con las canciones, y el grupo significó algo en sus vidas en un determinado momento. Aunque después ha llegado nuevo público, no te creas, pero no de golpe.
P: Hay relevo generacional en vuestro público, pero es cierto que la gente que ha crecido con vosotros también utiliza las redes sociales como medio de información principal.
F: Claro, yo es que creo que ahora mismo casi todo el mundo utiliza un móvil. Ahora tú sales de casa y no llevas el móvil y ¿vuelves a casa o no vuelves a casa? A mí el otro día me pasó y dije: “¡hostia!”. Que lo mismo iba simplemente a hacer la compra, ¿sabes?, no sé exactamente adónde iba. Pero de pronto me di cuenta de que se me había olvidado el móvil y dije: “me falta algo”. Y joder, se podría pasar perfectamente sin él. Estamos todos enganchados al sistema.
P: Hablando del sistema… El otro día nos cruzamos con una foto muy graciosa relacionada con Malasaña, que es el barrio donde nació la banda, y queríamos enseñárosla para saber vuestra opinión. Creemos que os va a encantar [Aclaración: la foto es una valla publicitaria del Banco Sabadell que dice: “Muy de noche, arte y Movida. Muy de Malasaña. Puedes ganar dos mil euros para comprar por ser muy del barrio. Banco Sabadell”]
F: ¡Hostia!
J: Ah, qué guay. Qué dabuti. [Risas]
P: ¿Qué ha pasado con Malasaña desde que teníais veinticinco años?
F: Bueno, qué ha pasado con el punk. El sistema acaba engullendo todas las cosas, lo hace suyo y lo desvirtúa, desvirtúa la originalidad.
J: ¡Que rebelarse también vende, joder! Al final siempre, tío, yo no sé cómo lo hacen. Si no pueden contigo te ponen un copyright y, hala, arreglado. [Risas]
P: Lo supuestamente alternativo y disidente acaba oliendo a dinero y lo transforman en mercado.
F: Es que es donde está la gente joven, donde va a haber movimiento, porque es la que consume, además. Pero Malasaña, aunque se haya contagiado de la globalización y todo el rollo ambiente Soho y neoyorquino que creo que se ha extendido por muchos sitios, por grandes capitales como incluso Barcelona o Madrid, siempre ha sido un sitio donde se ha movido cultura, música, escritores, pintores y todo tipo de gente. Y yo creo que pasa en la nueva generación también, seguro, y me consta que hay gente con inquietudes artísticas y creativas, aunque no sea el mismo momento que vivimos nosotros.
P: Es más burgués ahora, ¿no?
F: Lo que pasa es que ahora le han dado la vuelta y hay una gran empresa americana que ha comprado en Malasaña y está metiendo mucho dinero ahí, está invirtiendo y se suben los precios. En fin, que todo esto está pasando porque desde el poder se está moviendo muchas cosas también. Por ejemplo, ese anuncio de Sabadell.
J: Joder, es que ahora te están vendiendo camisetas de los Ramones en el Zara. Eso es lo que hay.
P: Para concluir, queríamos cerrar la entrevista preguntándoos a qué artistas admirabais cuando teníais veinticinco años y a qué artistas más jóvenes que vosotros admiráis ahora.
J: Ah, qué bonita la pregunta, joder. Me encanta.
F: ¡A mí mismo! [Risas] Yo, a la Velvet Underground, por ejemplo. A Lou Reed.
J: Pues mira, yo admiro mucho a El Niño de Elche. Y que fuera mayor que yo… Yo a los últimos que más he admirado en este país han sido dos: Kiko Veneno y Santiago Auserón. Y te digo otro más: Rafael Amador.
P: ¿Viste la gira conjunta que hicieron Kiko Veneno y Santiago Auserón?
J: No llegué a verla, coño. Hicieron la girilla Vienen dando el cante, sí, y colaboraron juntos.
P: La última, ahora sí que sí. Siempre os hemos visto parte de una estirpe que iniciaron Leño y Burning, que fue esquiva con la Movida y que siguió con vosotros a finales de los ochenta y en los noventa. ¿Creéis que ha habido relevo en España después de Los Enemigos?
J: Es que eso de los relevos es un poco raro porque cada banda, si mola, es única. Entonces, no le veo mucho sentido a lo del relevo. Si mola la banda es porque tiene personalidad y tiene algo que no tienen las demás. El concepto de relevo de esa banda se descalifica por sí solo y no existe. Habrá otras bandas que molen pero de otra manera. Pero un relevo en una banda… Lo harán para cubrir un hueco comercial, digamos, similar. Pero relevo, relevo es imposible. A Rosendo no lo va a relevar nadie. ¡Ni a revelar ni a rebelar! [Risas]
P: Hablamos más de una forma de lenguaje, actitud, de encarar las canciones… Se aprecia cierta tradición.
J: Sí, hombre, están ahí Burning, Rosendo, Leño… Es una tradición en la que nos meten a veces y a mí me da un subidón de la hostia, me encanta que me metan ahí. ¿Detrás? Pues no sé muy bien quién vendrá, la verdad.
F: Sí, de pequeños nos gustaban un montón Leño y Rosendo.
J: Es que hace diez años o más estábamos tocando y estaba Rosendo cantando una canción que habíamos hecho nosotros, y yo estaba flipando. Y hace poco colaboré con Johnny Burning y se me caía la baba. Vamos, eso lo cuento yo en el instituto y me mandan a tomar por culo. [Risas] Ya solo con eso ha merecido la pena, ha estado de puta madre, claro que sí.
P: Eso es todo por nuestra parte. Muchísimas gracias.
J: Nada, a vosotros.
F: Y yo que venía a por una botella de agua… [Risas]
Entrevistadores:
Juan Navarro Andúgar y Miguel Ángel Sánchez Romero