Ordesa

“Se llama Ordesa porque a mi padre le encantaban las montañas. El consuelo es que, por lo menos, esas piedras, esa luz, esas montañas estarán ahí por siempre” (Manuel Vilas)

Con Ordesa (Alfaguara, 2018) Manuel Vilas se ha consagrado como uno de los mejores escritores vivos en lengua castellana. Poeta y novelista, Vilas destaca por su originalidad, que no es forzada, sino natural y real como la vida misma. No quiere escribir en contra de la tradición, pero parece que él ha inventado su propia tradición. Escribe como si fuera el primer escritor del mundo. Siempre vuelve al origen humano y directo de las cosas; todo lo que dice, parece dicho por primera vez. Uno de los rasgos más destacados de Vilas, y de Ordesa, es que el autor es capaz de hacer literatura con cualquier cosa. Su obra siempre versa sobre los grandes temas: la muerte, el paso del tiempo, la insignificancia del hombre con respecto a la humanidad entera. Pero Vilas va un paso más allá y les da una dimensión humana a estos temas trascendentales.

Ordesa es una novela difícil de definir: una obra que no encaja en el término novela, pero tampoco en el de autobiografía. En el fondo, no es ninguna de las dos. El motor del que surge todo es la muerte de sus padres. Sin embargo, no es la típica biografía que cuenta la vida de sus padres. Estas vidas están presentes, pero no se presenta ninguna narración completa de cómo fue la vida de esas personas. El autor, más bien, plantea dudas, las duda Shakespearianas sobre infinitos aspectos de la vida de sus padres: ¿Por qué fue tan extraña la boda de sus padres?, ¿Por qué se quedaron sin amigos?, ¿Por qué cambiaron? Una vez muertos los progenitores, ya no se les puede preguntar nada, y esas dudas acompañan a los hijos durante toda su vida, junto al arrepentimiento por no haberlas hecho en vida, y por no haber disfrutado más de ellos.

La novela presenta una especie de rechazo a la psicología social de la novela realista decimonónica. Vilas utiliza la estrategia del análisis poético y emocional. Ordesa no cuenta una historia, Ordesa, más bien, canta esa historia. Ordesa no es una autobiografía, sino un canto desesperado del amor por la vida ante un tiempo que es destructor de todo, y una memoria que se desvanece con la muerte.

Vilas empezó a escribir la novela en mayo de 2014, tras la muerte de su madre. Su padre había muerto casi diez años antes. Cuando parecía que ya había asumido esta perdida, la de su madre desencadenó el resurgimiento de esta lucha contra los fantasmas del pasado. Vilas trata de exponer lo que lleva dentro para conseguir la catarsis, una catarsis que funciona tanto para el autor como para los lectores. Con Ordesa, el autor parece que busca la liberación de la muerte de sus padres. Esa muerte dejó muchas dudas en la mente del hijo, que se da cuenta de que ya no va a ser posible resolverlas. Hay muchas cosas que no se cuentan porque el narrador no las sabe. La manera de resolver todas estas cuestiones vitales era escribir este libro, auxiliarse con la Literatura. Su familia era un enigma para él, el autor se da cuenta de esto al intentar recomponer sus vidas. Vilas parece querer recordar los sucesos de su vida para que no se marchen.

Ordesa es también un libro de amor, un recuerdo amoroso de sus padres, que eran muy especiales. Vivieron en una España dura, la de los años sesenta. El libro trata de indagar en la voluntad que nos sitúa en el mundo, pues todas las personas somos hijos.

“¿Por qué me quisisteis tanto?

¿Es verdad que me quisisteis o me lo estoy inventando?

Si me invento vuestro amor, es hermoso. Si fue real, también lo es. Porque para traer ese amor de entre las sombras tengo que irme de viaje. El viaje más lento del mundo, y el más prodigioso.” (página 183)

Juan Antonio Franco López

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